Reflexiones sobre el Bicentenario 1810 – 2010
“¿Era esto, era esto la historia? Toda grandeza se hace enana. En la nuca de cada promesa, asoma la traición. Los próceres se convierten en voraces terratenientes. Los hijos de América se destrozan entre sí. Sucre, el preferido, el heredero, que se había salvado del veneno y del puñal, cae en los bosques, camino de Quito, volteado por una bala. —No puedo más. Vámonos. En el río se deslizan caimanes y maderos. Bolívar, piel amarilla, ojos sin luz, tiritando, delirando, baja por el Magdalena hacia la mar, hacia la muerte.”
Eduardo Galeano, Memorias del Fuego.
Escribir sobre el Bicentenario genera múltiples desafíos. En primer lugar, consiste en evocar el movimiento por la autonomía y la independencia de las colonias americanas realizando el mejor homenaje a quienes fueron sus heroicos y esforzados protagonistas. Desde Simón Bolívar en Venezuela, hasta Mariano Moreno y José de Artigas en el Río de la Plata. Toda una generación de intelectuales y políticos, de profesiones liberales algunos, comerciantes otros, hacendados muchos, habían estudiado de la propia metrópoli española las ideas ilustradas reformistas del S.XVIII. Basaron sus objetivos y propuestas en las ideas constitucionalistas de la flamante república de los EEUU, convertida en faro y horizonte de muchos de nuestros dirigentes, algunos admiraron las propuestas más avanzadas de la Revolución Francesa, y otros analizaron con preocupación los efectos de la revolución política y social en la República de Haití, primera colonia latinoamericana independiente de su metrópoli francesa en 1804.
Tiempos de convulsiones y de dura confrontación entre modelos en pugna, la revolución por la independencia de las nuevas naciones americanas contenía una enorme esperanza transformadora, un ideario de libertades individuales y políticas con un conjunto de iniciativas para el progreso social y económico basadas en el desarrollo de la agricultura, la minería, el comercio y la educación pública como herramienta de ascenso y promoción social.
Conmueve la actitud de Manuel Belgrano, intelectual al que la historia puso al frente de la guerra una y otra vez, disponiendo allí donde podía, la fundación de escuelas, con su preocupación especial por la inclusión de la mujer en el sistema educativo.
Conmueven las proclamas de Juan José Castelli en el Alto Perú ordenando la libertad de los esclavos e indígenas encomendados, restituyéndoles sus tierras.
Conmueve el Reglamento Provisorio para la Campaña de José de Artigas distribuyendo las tierras fértiles de la Banda Oriental entre los desposeídos.
Conmueve José Antonio de Sucre, intentando la promoción de los pueblos indígenas de Bolivia, frente a la resistencia de los terratenientes españoles y criollos.
Conmueve el frenesí desesperado y rígido de Simón Bolívar recorriendo el continente rodeado de conspiraciones y de conflictos internos.
Conmueve nuestro José de San Martín, hastiado de las decisiones mezquinas del Gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata, negándose a usar su espada para la represión en las guerras civiles.
Por supuesto conmueven los Martín de Guemes, las Juanas Azurduy, los capitanes Mansilla, y todos aquellos que lucharon hasta el final por la libertad de estas tierras.
Ante tanta riqueza de iniciativas y propuestas, sorprende encontrar en los flamantes gobiernos republicanos un esfuerzo obsesivo en desarrollar rápidamente el control social de la población rural, en sujetar la mano de obra gaucha o campesina a la tierra.
Decenas de normas, ordenanzas, cédulas, decretos, proclamas, que tienden a restablecer el “orden” en la campaña: con la obligación general de contar con “papeleta de conchavo” estableciendo la opción de hierro entre ser peón de estancia o enrolarse en el servicio militar.
Lejos quedaron las ideas ilustradas de la colonización agrícola de Azara, después retomadas parcialmente por Urquiza y por Sarmiento. En lo profundo, es la expansión y consolidación del modelo agrario y latifundista aquello que crece y se consolida después de las guerras de la independencia. Con nuevas instituciones políticas, en conflicto permanente por consagrar modelos más o menos centralizados o federativos. Con libertades individuales de expresión y de imprenta, más o menos garantizadas según épocas y gobiernos.
De aquella cuestionada economía colonial latifundista y exportadora de metálico poco fue superado. Pudieron más el poder voraz del mercado y la consolidación de los nuevos y reciclados sectores terratenientes: la élite criolla, desplazando al viejo cuño español, modela la suerte de América. Y con ella doscientos años de luchas diversas, de ciclos medianamente democráticos y progresistas golpeados por los ciclos autoritarios de las dictaduras militares o del neoliberalismo, de la concentración de la riqueza, del recorte y del despojo de nuestro patrimonio, de nuestra soberanía económica y cultural.
Podemos decir con Eduardo Galeano, con Andrés Rivera, que la Revolución de la independencia fue un sueño inconcluso, todavía pendiente. Que aquel proyecto de Unidad latinoamericana propuesto por Simón Bolívar, recorre hoy de alguna manera, incipiente, el impulso de los nuevos gobiernos americanos unidos en el MERCOSUR, hoy ENASUR y en la Alternativa Bolivariana para América.
De aquella cuestionada economía colonial latifundista y exportadora de metálico poco fue superado. Pudieron más el poder voraz del mercado y la consolidación de los nuevos y reciclados sectores terratenientes: la élite criolla, desplazando al viejo cuño español, modela la suerte de América. Y con ella doscientos años de luchas diversas, de ciclos medianamente democráticos y progresistas golpeados por los ciclos autoritarios de las dictaduras militares o del neoliberalismo, de la concentración de la riqueza, del recorte y del despojo de nuestro patrimonio, de nuestra soberanía económica y cultural.
Podemos decir con Eduardo Galeano, con Andrés Rivera, que la Revolución de la independencia fue un sueño inconcluso, todavía pendiente. Que aquel proyecto de Unidad latinoamericana propuesto por Simón Bolívar, recorre hoy de alguna manera, incipiente, el impulso de los nuevos gobiernos americanos unidos en el MERCOSUR, hoy ENASUR y en la Alternativa Bolivariana para América.
Es el “nuevo topo” que Emir Sader alcanza a ver asomarse en la tierra de Evo Morales con los campesinos y comunidades movilizadas hacia la igualdad, aquella que Castelli alguna vez proclamó, y que vemos cotidiamente asomarse con angustia y dolor en las calles, escuelas y hospitales de la Ciudad de Buenos Aires, en las luchas en defensa de la educación y de la salud públicas porteñas.
Ese sueño inconcluso es el motivo de nuestra militancia, con ese espíritu celebramos el Bicentenario de la Patria.
Ese sueño inconcluso es el motivo de nuestra militancia, con ese espíritu celebramos el Bicentenario de la Patria.
Publicado en el www. parlamentario.com
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Jornadas históricas. En el Bicentenario de la Patria. Millones de argentinos y latinoamericanos celebraron un proyecto de paz, autonomia, libertad y justicia. Un ejemplo de la sociedad argentina, para todo el mundo.
Parte de la crónica, en la inauguración de la sala de los líderes latinoamericanos.Se puede leer aqui
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