María Elena Naddeo contra el cierre de grados y cursos. En defensa de la escuela pública

“La escuela pública no se achica”

Es esta una de las consignas que circula en el espacio virtual amorosamente escrita y enviada por las asambleas de docentes, padres y estudiantes. Una vez más la comunidad educativa se planta, se pone de pie, se moviliza para enfrentar el embate privatista y reaccionario del gobierno de Macri y de Bullrich. Se trata de una nueva aplicación de los documentos del Banco Mundial de los 80 y de los 90, aquellos que hablaban del eficientismo, de las estadísticas, de los recortes y de las soluciones destinadas a interpretar las reglas del mercado.

En la lógica empresarial, si hay un sector social con mayor poder adquisitivo que puede pagar escuelas privadas, resulta estimulante aumentar los subsidios en aquellos establecimientos educativos de las zonas centro y norte de la ciudad y concentrar el degradado o recortado presupuesto educativo en las escuelas del sur donde hay demanda insatisfecha en miles de vacantes.

Es una manera tecnocrática muy propia de los funcionarios del PRO formados en las doctrinas que endiosan al mercado, herederos del neoliberalismo en educación.

Denunciamos que esta lógica viene a consolidar un modelo de segmentación educativa que nos amenaza desde el Consenso de Washington de los 80. Podriamos decir que es la misma concepción que legitimó la ampliación del sistema educativo privado en la reforma de 1958 luego acentuada en cada dictadura militar, con Ongania, con Videla y obviamente en la década menemista.

Las acciones de cierres y fusión de cursos y grados en escuelas estatales consagran los circuitos de segmentación que venimos resistiendo desde aquellas décadas: se cristaliza una franja de escuelas del estado para los chicos pobres y de los barrios más humildes y otro sector de escuelas privadas subsidiadas con abundantes recursos del estado para los chicos de sectores medios y acomodados.

Se trata de un proceso social y educativo excluyente y discriminatorio, provocado o inducido por las reglas del mercado y por las políticas del neoliberalismo. Proceso que denomináramos “privatización encubierta” durante la década de ajuste estructural y de modificaciones pedagógicas regresivas con la Ley Federal.

A lo largo y ancho del país, esas políticas despertaron una aguda resistencia en la comunidad educativa. En la ciudad de Buenos aires la lucha impidió concretar gran parte de esa reforma.

Durante los años de crisis 2001 y 2002 el gobierno progresista en la Ciudad sostuvo la escuela pública y amplió los servicios y recursos. Se desarrollaron fuertes programas de inclusión social y educativa, becas estudiantiles, diversos jardines maternales y espacios educativos para los más chicos y escuelas de reingreso para los adolescentes y jóvenes.

Sin embargo el saldo de la última década ha sido de fuerte deterioro. De los embates privatistas y de la resistencia a la ley federal de educación, de las profundas crisis enfrentadas, salimos con el sistema educativo de pie, pero con profundos daños edilicios, con un cierto estancamiento en la actualización de las plantas funcionales docentes, precariedad en las estructuras de los nuevos programas y retraso del sistema de cargos en el nivel secundario.

En la actualidad las políticas educativas del gobierno de Mauricio Macri marcan un fuerte retroceso: incorporan la lógica empresarial ya señalada, el recorte sistemático, la indiferencia en el manejo de los recursos públicos, la prioridad en lo privado.

Nuestra acción política tiene como objetivo recuperar el rol principal y de vanguardia de la escuela pública, superando las lógicas sectarias o corporativas.

Instalemos el debate barrio por barrio acerca de la supresión gradual de los subsidios a las escuelas privadas, allí donde son innecesarias.

Debatamos cuales son los temas a resolver para brindar nuevamente una educación de calidad. Por que la escuela estatal es semillero de democracia y de movilidad social. Por eso la defendemos como pilar de una sociedad igualitaria y diversa.

María Elena Naddeo