lunes, 14 de diciembre de 2009

Escándalo en el sistema educativo de la Ciudad II- Escribe Florencia Elgorreaga


EL EFECTO DESEADO


El nombramiento de Abel Posse como Ministro de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires ha adquirido ribetes de escándalo, obligando a que funcionarios del propio macrismo deban expresar algunas diferencias con su pensamiento, como lo han hecho Narodowsky, Rodríguez Larreta y Santilli.

Es evidente que, independientemente de cuáles sean sus convicciones íntimas, la reivindicación de la dictadura y de las formas más crudas de la represión, incluida la demonización de modas y culturas juveniles, no pueden ser compartidas públicamente mientras se habla en nombre de “la democracia” - el rock, el arito, ¿no suenan extraordinariamente arcaicos y retrotraen a Onganía y la caza del pelo largo?

Pero no resulta casual ni gratuito la aparición cada vez más desembozada de opiniones de extrema derecha, con marcado tinte dictatorial. La instalación mediática, reiterada durante años y en proceso ascendente, de la seguridad como tema excluyente de preocupación y conversación, ha continuado con la enunciación de mágicas “soluciones” represivas: pena de muerte, cárcel para los niños y niñas, manos libres para el gatillo fácil policial.

Lo peor del mercadeo de la inseguridad no es su enunciación, porque el fenómeno existe, al menos en cierta medida – y los sectores progresistas deberíamos pensar en cómo prevenirla- sino en la falta absoluta del principio de causalidad en los análisis. O en la imputación de las causas al “garantismo”, es decir, al cumplimiento de la legislación vigente.

Curiosamente, no falta el nostálgico recuerdo de las épocas en que los chicos jugaban en la vereda, los viejos sacaban su sillita al atardecer y las puertas, al menos en los pueblos y en los barrios suburbanos, permanecían abiertas. Pero nunca se examina el contexto en que tales cuestiones ocurrían y mucho menos qué cambió para que ya no sucedan.

La sociedad de los 50´y 60´ se caracterizaba por el pleno empleo, la cultura del trabajo y una distribución de la riqueza que, si bien distaba de ser igualitaria, aseguraba a los asalariados el 50% del producto bruto. Por otro lado, el discurso dominante, pese a los golpes de Estado y la inestabilidad política, privilegiaba la igualdad. La escuela pública era claramente el núcleo principal de la educación, los hijos accedían a mayores niveles educativos que sus padres y abuelos y los grupos privilegiados trataban de que sus acomodadas vidas transcurrieran lejos de la exposición pública.

Las políticas dictatoriales, el plan económico de Martínez de Hoz, con su acelerada desindustrialización, la ruptura de los lazos laborales, sindicales y culturales de los trabajadores, y la continuación de las recetas neoliberales, particularmente durante el menemismo, que profundizó además la segmentación y el deterioro del sistema educativo, terminaron con esa sociedad e instauraron niveles de desigualdad y marginación inéditos, mientras se exaltaba el lujo y la exposición mediática de la opulencia y el consumo. Por otra parte, la corrupción empresarial y de vastos sectores policiales, así como la promoción de las redes de trata y de narcotráfico fueron un fenómeno recurrente. La explosión del corralito cavallo-dellarruista produjo una momentánea toma de conciencia, lentamente socavada ni bien se estabilizó la economía.

A través del mensaje exacerbado y constante de la inseguridad, la “oposición”, eufemismo de la derecha más concentrada, logra trasponer los límites de su influencia y promover la belicosidad general contra un gobierno con el que podemos disentir –desearíamos políticas más activas de reactivación y recuperación del rol del Estado y de distribución de la riqueza- pero al que esta oposición combate por lo que sí hizo positivamente. Muy en particular por instalar con fuerza el “Nunca más” y juzgar los crímenes de la dictadura, así como por sumarse a los gobiernos latinoamericanos que, con distintos niveles de profundidad y problemáticas diversas, intentan caminos alternativos al neoliberalismo y a la obediencia a los dictámenes imperiales.

Hay una inteligencia común de la derecha latinoamericana y también española. Instalan mensajes que parten de “inocentes” recortes de noticias policiales y siguen con propuestas cada vez más represivas, vinculadas a la doctrina de seguridad interior, con el concurso de la “farándula” –tan distinta de los actores de vocación, tan dispuesta a cualquier cosa por un poco de exposición-. Lo que llamamos genéricamente clase media, carente de lazos sociales profundos, temerosa de perder lo poco que posee, es el destinatario privilegiado de este discurso mediático.

Pero hoy van por más. Considerando que la “inseguridad” y la hostilidad hacia el gobierno están suficientemente instalados, se trata ahora de justificar e instalar las viejas políticas de represión. No pueden hacerlo directamente, con la discusión abierta y franca de sus propuestas. Lo más sencillo es ubicar personajes en puestos clave que las enuncien y amplien los círculos de influencia.

El “Fino” Palacios y Ciro James resultaron inadecuados. La sociedad no acepta el espionaje y la delación como respuestas aceptables y en este caso tuvieron que aceptar el peso de las evidencias.

Hoy hacen otra prueba. Un “intelectual”, un escritor, ex funcionario de la dictadura y capaz de enunciar sin ruborizarse sus pensamientos acerca de la juventud, la familia, la seguridad. La vuelta a “valores” que, para utilizar terminologías tan antiguas como las ideas que representan, pertenecen al fundamentalismo preconciliar.

Lo más penoso de esta situación es que el lugar elegido es el sistema educativo de la Ciudad. Que en los años de democracia logró despegarse de la destrucción promovida por la Ley Federal y, si no pudo impedir la segmentación de clase y el auge de la educación privada, promovió iniciativas importantes de inclusión e innovación, jardines maternales, programas para alumnas madres, para chicos y chicas en situación de calle, para el reingreso al secundario, colonias de vacaciones y muchos otros, nunca suficientes, pero indispensables.

Dar la pelea contra Abel Posse, y fundamentalmente contra lo que representa en términos ideológicos y políticos, logrando su renuncia, es de vital importancia. Hay que insistir en que una escuela inclusiva es la salvaguarda mayor para una sociedad más armónica. Que la represión y la expulsión de niños, niñas y jóvenes sólo genera resentimiento y violencia. Que las secuelas de la violencia dictatorial dañaron seriamente el tejido social.
Que las soluciones deben buscarse justamente en un trabajo educativo coherente y constante, en la articulación del conjunto de las políticas estatales dirigidas a la niñez y a la adolescencia, que incluyan el conjunto de los derechos –a la calidad de vida, a la alimentación, a la vivienda y por supuesto a la educación- que les otorga la Convención de los Derechos del Niño y por consiguiente la Constitución Nacional y la legislación vigente.

Esta lucha es esencial porque Posse no es un error ni una casualidad. Es una prueba más, como tantas otras, como las amenazas a la Presidenta que se conocieron en estos días, para lograr el efecto deseado: legitimar la represión, blanquear los crímenes de la dictadura, promover la idea de que los ciclos golpistas pueden reiniciarse en América Latina.


Florencia Elgorreaga
Vocal por la Legislatura de la C.A.B.A del
Consejo de los Derechos de Niños, Niñas
y Adolescentes

No hay comentarios: